Ayer tuvimos una experiencia única al iniciar nuestra jornada laboral en la Clínica Adventista de Quito. En lugar del culto tradicional, disfrutamos de un culto especial cantado que resonó profundamente en cada uno de nosotros, impregnando el ambiente con un espíritu de alabanza y gratitud.
Desde las primeras notas, varios colaboradores se unieron para liderar este tiempo de adoración, ofreciendo sus voces y talentos a Dios. Los himnos y canciones seleccionadas hablaban de esperanza, fe y la bondad infinita del Creador, recordándonos a todos nuestra misión de servicio y cuidado. Cada canción parecía conectar directamente con el corazón de quienes estábamos presentes, creando un momento de unión y reflexión que trascendía las palabras.
Este culto cantado no solo fue un espacio para adorar a Dios, sino también una oportunidad para ver otro lado de nuestros compañeros, ese lado que conecta sus talentos con su fe y con el propósito de servir en esta institución. Ver a nuestros colegas compartir su devoción a través de la música nos permitió conocernos de una manera más profunda, forjando un ambiente de respeto y admiración mutua.
Al cerrar este especial momento, se sentía en el aire una energía renovada y una disposición a encarar el día con una actitud diferente. Este culto nos recordó la importancia de hacer pausas en medio de nuestras rutinas para recargar nuestra alma y fortalecer nuestro propósito como equipo, unidos no solo en el trabajo, sino también en la fe.
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